jueves, 7 de marzo de 2013

#2


... Viene de #1



Eh, gilipollas, no quiero oírte decir eso sobre mi amiga; tú piensas que es una zorra porque ya no te la estás tirando. Pero yo sí la quiero. (Aunque no me la esté tirando ni nunca vaya a tirármela). La quiero y no tengo por qué escuchar toda esa mierda asquerosa que está soltando tu enorme bocaza.
Load up on guns, bring your friends
It’s fun to lose and to pretend.
(Pausa.
De nuevo al frente)
Somos hijas de nuestro tiempo.
(Señala a su lado)
Ella y yo.
O todas ellas y yo: somos hijas de nuestro tiempo.
Me explico.
Quiero decir que en los noventa, cuando yo tenía diez años o menos y pintaba con ceras Manley… Puede que hablara con los radiadores… Puede que hablara con los radiadores en un tono tan bajo que apenas me oyera. Pero al menos era yo, Leonor, la que hablaba.
Ahora, veintit… años después, ya no.
Estoy hablando de palabras, estoy hablando de lenguaje. Ojo, esto es como una pequeña acotación para todo lo que viene a continuación: debido a toda la ficción norteamericana ingerida, mi generación es una generación híbrida que junto a frases tan curradas como:
“Solo consciente a medias, como en un estado de sempiterna duermevela, Leonor se desangraba sobre el sofá sin apenas darse cuenta”…
…No duda en emplear expresiones del tipo:
“L. se siente como cayendo (feels like falling dropping away) por la grieta entre los dos cojines. Ese abismo entre los dos lados del sofá. Ya sabes. Quiero decir que, como Alicia, todas las L.’s caen y caen y cuando ellas abren los ojos ellas de pronto se dan cuenta de que ellas simplemente siguen sentadas sobre el sofá”.
Ya lo sé. Esta L., esta Leonor, la que ahora habla, en este instante, es consciente de pertenecer a esta fucking generation que ha consumido más ficción que ninguna otra; que engulle ficción a mucha más velocidad, de hecho, de la que su bolsillo puede pagar. El resultado es esta jerga tan como traducida. Bueno, eso y la piratería cultural. Ya sabes.
Oh no, I know a dirty word…
(Mira a su lado.
Silencio)
El sofá.
Ese mueble tan interesante que tiende a ocupar un espacio tan importante en cada una de nuestras casas. He visto sofás de todo tipo. Sofás grandes, sofás pequeños. Sofás cálidos y envolventes. Sofás muy incómodos, llenos de muelles que se clavaban por todas partes. Sofás de colores chillones incluso cuando no había luz. Sofás oscuros hasta cuando sí la había. Soy una experta en sofás.
L. es una experta en sofás.
(Y L. habla de sí misma en tercera persona, que es como la quinta esencia de la fantasía de autoevasión. Solo para eludir el hecho de seguir aquí sentada. En el sofá).
(Pausa)
Algunas de nosotras hemos jugado de verdad en el sofá. No solo en los noventa, cuando papá y mamá nos tenían prohibido saltar en él con los zapatos puestos. (La palabra zapatos incluía las zapatillas de estar en casa). En los noventa la abuela también nos tenía prohibido descalzarnos. Así, entre unas prohibiciones y otras, para cuando pudimos llegar a saltar descalzas (o vestidas) sobre el sofá, ya no eran los noventa y no nos apetecía hacerlo.
¿O sí?
1991. She’s overboard and self-assured…
1991. Leonor juega sentada en el sofá, con su chándal verde de estar en casa. (El chándal tiene una ardilla marrón bordada sobre el pecho). Leonor recorta muñecas de papel con unas tijeras, muy formal. Sobre sus rodillas, que están muy juntas. Así, sin salirse del borde. Muy formal.
2002. Leonor cruza y descruza las piernas, sobre otro sofá distinto. Se trata de uno de esos sofás llenos de luz: aún no lo sabe, pero la luz dura mientras ella mantiene el juego del cruce de piernas.
Ya no está sola. Ya no hay muñecas recortables. Ni tampoco tijeras.
(Mira el cojín junto a ella)

Continuará...

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