... Viene de #1
Eh, gilipollas, no quiero oírte decir eso sobre mi
amiga; tú piensas que es una zorra porque ya no te la estás tirando. Pero yo sí
la quiero. (Aunque no me la esté tirando ni nunca vaya a tirármela). La quiero
y no tengo por qué escuchar toda esa mierda asquerosa que está soltando tu
enorme bocaza.
Load up on guns, bring your friends
It’s fun to lose and to pretend.
(Pausa.
De nuevo al frente)
Somos hijas de nuestro tiempo.
(Señala a su lado)
Ella y yo.
O todas ellas y yo: somos hijas de nuestro tiempo.
Me explico.
Quiero decir que en los noventa, cuando yo tenía
diez años o menos y pintaba con ceras Manley… Puede que hablara con los
radiadores… Puede que hablara con los radiadores en un tono tan bajo que apenas
me oyera. Pero al menos era yo, Leonor, la que hablaba.
Ahora, veintit… años después, ya no.
Estoy hablando de palabras, estoy hablando de
lenguaje. Ojo, esto es como una pequeña acotación para todo lo que viene a
continuación: debido a toda la ficción norteamericana ingerida, mi generación
es una generación híbrida que junto a frases tan curradas como:
“Solo consciente a medias, como en un estado de
sempiterna duermevela, Leonor se desangraba sobre el sofá sin apenas darse
cuenta”…
…No duda en emplear expresiones del tipo:
“L. se siente como cayendo (feels like falling dropping away) por la
grieta entre los dos cojines. Ese
abismo entre los dos lados del sofá. Ya sabes. Quiero decir que, como Alicia, todas las L.’s caen y caen y cuando ellas abren los ojos ellas de pronto se dan cuenta de que ellas simplemente siguen sentadas sobre el sofá”.
Ya lo sé. Esta L., esta Leonor, la que ahora habla,
en este instante, es consciente de pertenecer a esta fucking generation que ha
consumido más ficción que ninguna otra; que engulle ficción a mucha más
velocidad, de hecho, de la que su bolsillo puede pagar. El resultado es esta
jerga tan como traducida.
Bueno, eso y la piratería cultural. Ya sabes.
Oh no, I know a dirty word…
(Mira a su lado.
Silencio)
El sofá.
Ese mueble tan interesante que tiende a ocupar un
espacio tan importante en cada una de nuestras casas. He visto sofás de todo
tipo. Sofás grandes, sofás pequeños. Sofás cálidos y envolventes. Sofás muy
incómodos, llenos de muelles que se clavaban por todas partes. Sofás de colores
chillones incluso cuando no había luz. Sofás oscuros hasta cuando sí la había.
Soy una experta en sofás.
L. es una experta en sofás.
(Y L. habla de sí misma en tercera persona, que es
como la quinta esencia de la fantasía de autoevasión. Solo para eludir el hecho
de seguir aquí sentada. En el sofá).
(Pausa)
Algunas de nosotras hemos jugado de verdad en el
sofá. No solo en los noventa, cuando papá y mamá nos tenían prohibido saltar en
él con los zapatos puestos. (La palabra zapatos incluía las zapatillas de estar
en casa). En los noventa la abuela también nos tenía prohibido descalzarnos.
Así, entre unas prohibiciones y otras, para cuando pudimos llegar a saltar
descalzas (o vestidas) sobre el sofá, ya no eran los noventa y no nos apetecía
hacerlo.
¿O sí?
1991. She’s overboard and self-assured…
1991. Leonor juega sentada en el sofá, con su
chándal verde de estar en casa. (El chándal tiene una ardilla marrón bordada
sobre el pecho). Leonor recorta muñecas de papel con unas tijeras, muy formal.
Sobre sus rodillas, que están muy juntas. Así, sin salirse del borde. Muy
formal.
2002. Leonor cruza y descruza las piernas, sobre
otro sofá distinto. Se trata de uno de esos sofás llenos de luz: aún no lo
sabe, pero la luz dura mientras ella mantiene el juego del cruce de piernas.
Ya no está sola. Ya no hay muñecas recortables. Ni
tampoco tijeras.
(Mira el cojín junto a ella)
Continuará...
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