martes, 7 de mayo de 2013

#4


...Viene de #3


Ese es el momento de huir.
…Entertain us…
Huye.
(Silencio.
Frontalmente)
Si consultas la enciclopedia verás que a pesar de estar vulgarmente asociado al progreso de la burguesía, al proceso de industrialización y a la proliferación de las televisiones… (es decir, siglos XIX y XX) … A pesar de eso el sofá ya está documentado en la sociedad árabe antigua y también en la romana.
Lo que significa que.
Las opiniones más críticas de nuestro siglo XXI nos dicen que el sofá es muy siglo XIX; una de esas horteradas del XIX que el XX ha convertido en dogma de fe. Un mueble burgués, conformista, signo de vidas domésticas mediocres, de ocio culpable frente a la televisión, de siestas culpables frente a la televisión, de polvos culpables frente a la televisión…
El siglo XX es un siglo culpable.
El sofá es un mueble culpable.
Así, mientras huyes, o mejor, mientras intentas huir del sofá, además te sentirás culpable por haber pasado la noche en ese estado de frontalidad-lateralidad-te miro de reojo-haces como que no me miras-pero en realidad te vuelvo a mirar-y-descubro que ¡me estás mirando!-y… ya es tarde. Llevas casi dos, casi tres horas ahí sentada y sabes que no hay más mundo que ese sofá.
En fin.
Se juntan las historias. Se juntan los sofás.
Lo importante, lo valioso de esto último es el hecho de que:
a)  El sofá ya existía antes del siglo XIX.
b)  Los árabes y los romanos seguramente eran pueblos llenos de ocio y comodidades pero… (No dejes que cunda la culpa) Para huir de ese sofá tendrás que bajar cuatro pisos sin ascensor. Y lo harás a la carrera. Así que compensarás el tiempo de pasividad conformista y ociosa (y también el litro y medio de alcohol en sangre, y la marihuana y…) en solo tres minutos. Es lo bueno del siglo XXI, en comparación con la época de los árabes y la de los romanos.
Así que tranquila.
Put the blame on… él.
Tampoco vas a tener tú la culpa de haber nacido en un sofá.
Encima.
(Pausa)
Mientras L. baja a la carrera de ese sofá rebobinemos un momento.
Volvamos a las ceras Manley.
Oh yeah, I guess it makes me smile…
Porque en algún momento de los años noventa yo no solo recortaba muñecas de papel.
(Solemne, ceremoniosa) En algún momento de los noventa: Zach Morris besó a Kelly. Flik y Flak consumaron su amor dentro del reloj suizo para niños. Dejó de importar quién había matado a Laura Palmer. Kurt Cobain se plantó en mitad de la habitación que había sobre su garaje y apretó el gatillo de una escopeta contra su propia cabeza. Y yo perdí una cera Manley entre los cojines del sofá.
(Se arrodilla y, con expresión de temor e inquietud, acerca la cara al hueco entre ambos cojines)
Es tan estrecho, tan oscuro y hay siempre tan poco espacio.
Tan poco margen.
Nunca la encontraré.
Fue más o menos como una semana antes de mi primera comunión. Tuve pesadillas horribles todas las noches, en las que yo estaba sentada en el sofá con el vestido blanco y entonces la cera Manley resurgía de las profundidades y manchaba mi vestido, y todo, todo el día quedaba arruinado, todo el esfuerzo de mis padres, y los preparativos, y las lágrimas de mi abuela, y el vídeo de la iglesia, y hasta la tarta. Todo. Arruinado y manchado de cera Manley.
…I found it hard, it’s hard to find…
(Inclinada aún sobre la grieta entre los dos cojines)
Nunca apareció.
Mi cera Manley desapareció misteriosamente engullida por la grieta del sofá.
Jamás la encontré.
(Se yergue)
Los sofás son así.
Deciden qué parte de ti es la que se queda allí, antes incluso de que tú te des cuenta mientras bajas por las escaleras, mientras tomas la comunión por primera y única vez, o mientras duermes junto a los pies de tu compañero de clase.
…I found it hard, it’s hard to find.
(Se tumba en el sofá, con la cabeza apoyada en un reposabrazos y los pies en el otro.
Pausa)
2004. Terrible primavera sangrienta.
Leonor se tumba en un sofá por primera vez. Él tiene un año menos. Es guapo y eso hace que todo parezca convencional y carente de valor.
Y Leonor llora.
O llorará, los días siguientes.
Los días siguientes al sofá.
Es tarde.
(Siempre es tarde cuando se acaba durmiendo en el sofá).
En este caso, el sofá es ajeno, prestado. Lo cual le da a todo mucho más morbo. De momento, es eso lo que hay: morbo.
Bastante cerveza. Después bastante vino.
Algún que otro porro.
(Sigue sin ser la primera vez).
(Aunque de nuevo lo parezca).
Y finalmente morbo.
Todo está a oscuras.
Silencioso.
Y no eres capaz de recordar si este sofá era de colores, oscuro o luminoso.
No importa.
El colocón de la noche da paso, al apagar las luces, a otro colocón distinto.
Uf.
Es demasiado tarde para bajar los cuatro pisos sin ascensor y buscar un autobús para volver a casa.
(¿Quién quiere volver a casa?)
Es demasiado pronto para coger el metro y volver a tu cama.
(¿Quién quiere volver a tu cama?)
Es demasiado burgués buscar un cajero y después un taxi para…
(¡Pero, ¿quién quiere volver a…?!)
¿Ves? El sofá también puede ser la solución proletaria a la precariedad nocturna de los veintitantos años.
Las luces se apagan y Leonor se tumba y piensa que quizá consiga dormir un par de horas antes de que salga el sol y sea ya imposible quedarse allí por más tiempo.
El sofá no es muy grande y él, solo un poco más alto que Leonor, se tumba del lado contrario. Estira sus pies hacia ella, hacia su cara. Y Leonor hace lo mismo con los suyos, hacia la cara de él.
Y entonces el olor de él lo invade todo.
Y entonces a Leonor le empieza a tirar el cuerpo hacia abajo, hacia las profundidades del mundo y del sofá.
Y entonces… Sí, entonces tiene lugar una auténtica inundación.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario