...Viene de #3
Ese es el momento de huir.
…Entertain us…
Huye.
(Silencio.
Frontalmente)
Si consultas la enciclopedia verás que a pesar de
estar vulgarmente asociado al progreso de la burguesía, al proceso de
industrialización y a la proliferación de las televisiones… (es decir, siglos
XIX y XX) … A pesar de eso el sofá ya está documentado en la sociedad árabe
antigua y también en la romana.
Lo que significa que.
Las opiniones más críticas de nuestro siglo XXI nos
dicen que el sofá es muy siglo XIX; una de esas horteradas del XIX que el XX ha
convertido en dogma de fe. Un mueble burgués, conformista, signo de vidas
domésticas mediocres, de ocio culpable frente a la televisión, de siestas culpables
frente a la televisión, de polvos culpables frente a la televisión…
El siglo XX es un siglo culpable.
El sofá es un mueble culpable.
Así, mientras huyes, o mejor, mientras intentas
huir del sofá, además te sentirás culpable por haber pasado la noche en ese
estado de frontalidad-lateralidad-te miro de reojo-haces como que no me
miras-pero en realidad te vuelvo a mirar-y-descubro que ¡me estás mirando!-y…
ya es tarde. Llevas casi dos, casi tres horas ahí sentada y sabes que no hay
más mundo que ese sofá.
En fin.
Se juntan las historias. Se juntan los sofás.
Lo importante, lo valioso de esto último es el
hecho de que:
a)
El sofá ya existía
antes del siglo XIX.
b)
Los árabes y los
romanos seguramente eran pueblos llenos de ocio y comodidades pero… (No dejes
que cunda la culpa) Para huir de ese sofá tendrás que bajar cuatro pisos sin
ascensor. Y lo harás a la carrera. Así que compensarás el tiempo de pasividad
conformista y ociosa (y también el litro y medio de alcohol en sangre, y la
marihuana y…) en solo tres minutos. Es lo bueno del siglo XXI, en comparación
con la época de los árabes y la de los romanos.
Así que tranquila.
Put the blame
on… él.
Tampoco vas a tener tú la culpa de haber nacido en
un sofá.
Encima.
(Pausa)
Mientras L. baja a la carrera de ese sofá rebobinemos
un momento.
Volvamos a las ceras Manley.
Oh yeah, I guess it makes me smile…
Porque en algún momento de los años noventa yo no
solo recortaba muñecas de papel.
(Solemne, ceremoniosa) En algún momento de los noventa: Zach Morris besó a
Kelly. Flik y Flak consumaron su amor dentro del reloj suizo para niños. Dejó
de importar quién había matado a Laura Palmer. Kurt Cobain se plantó en mitad
de la habitación que había sobre su garaje y apretó el gatillo de una escopeta
contra su propia cabeza. Y yo perdí una cera Manley entre los cojines del sofá.
(Se arrodilla y, con expresión de temor e
inquietud, acerca la cara al hueco entre ambos cojines)
Es tan estrecho, tan oscuro y hay siempre tan poco
espacio.
Tan poco margen.
Nunca la encontraré.
Fue más o menos como una semana antes de mi primera
comunión. Tuve pesadillas horribles todas las noches, en las que yo estaba
sentada en el sofá con el vestido blanco y entonces la cera Manley resurgía de
las profundidades y manchaba mi vestido, y todo, todo el día quedaba arruinado,
todo el esfuerzo de mis padres, y los preparativos, y las lágrimas de mi
abuela, y el vídeo de la iglesia, y hasta la tarta. Todo. Arruinado y manchado
de cera Manley.
…I found it hard, it’s hard to find…
(Inclinada aún sobre la grieta entre los dos
cojines)
Nunca apareció.
Mi cera Manley desapareció misteriosamente
engullida por la grieta del sofá.
Jamás la encontré.
(Se yergue)
Los sofás son así.
Deciden qué parte de ti es la que se queda allí,
antes incluso de que tú te des cuenta mientras bajas por las escaleras,
mientras tomas la comunión por primera y única vez, o mientras duermes junto a
los pies de tu compañero de clase.
…I found it hard, it’s hard to find.
(Se tumba en el sofá, con la cabeza apoyada en
un reposabrazos y los pies en el otro.
Pausa)
2004. Terrible primavera sangrienta.
Leonor se tumba en un sofá por primera vez. Él
tiene un año menos. Es guapo y eso hace que todo parezca convencional y carente
de valor.
Y Leonor llora.
O llorará, los días siguientes.
Los días siguientes al sofá.
Es tarde.
(Siempre es tarde cuando se acaba durmiendo en el
sofá).
En este caso, el sofá es ajeno, prestado. Lo cual
le da a todo mucho más morbo. De momento, es eso lo que hay: morbo.
Bastante cerveza. Después bastante vino.
Algún que otro porro.
(Sigue sin ser la primera vez).
(Aunque de nuevo lo parezca).
Y finalmente morbo.
Todo está a oscuras.
Silencioso.
Y no eres capaz de recordar si este sofá era de
colores, oscuro o luminoso.
No importa.
El colocón de la noche da paso, al apagar las luces,
a otro colocón distinto.
Uf.
Es demasiado tarde para bajar los cuatro pisos sin
ascensor y buscar un autobús para volver a casa.
(¿Quién quiere volver a casa?)
Es demasiado pronto para coger el metro y volver a
tu cama.
(¿Quién quiere volver a tu cama?)
Es demasiado burgués buscar un cajero y después un
taxi para…
(¡Pero, ¿quién quiere volver a…?!)
¿Ves? El sofá también puede ser la solución
proletaria a la precariedad nocturna de los veintitantos años.
Las luces se apagan y Leonor se tumba y piensa que quizá
consiga dormir un par de horas antes de que salga el sol y sea ya imposible
quedarse allí por más tiempo.
El sofá no es muy grande y él, solo un poco más
alto que Leonor, se tumba del lado contrario. Estira sus pies hacia ella, hacia
su cara. Y Leonor hace lo mismo con los suyos, hacia la cara de él.
Y entonces el olor de él lo invade todo.
Y entonces a Leonor le empieza a tirar el cuerpo
hacia abajo, hacia las profundidades del mundo y del sofá.
Y entonces… Sí, entonces tiene lugar una auténtica
inundación.
Continuará...
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