martes, 7 de mayo de 2013

#5


... Viene de #4


El sofá no es muy grande y él, solo un poco más alto que Leonor, se tumba del lado contrario. Estira sus pies hacia ella, hacia su cara. Y Leonor hace lo mismo con los suyos, hacia la cara de él.
Y entonces el olor de él lo invade todo.
Y entonces a Leonor le empieza a tirar el cuerpo hacia abajo, hacia las profundidades del mundo y del sofá.
Y entonces… Sí, entonces tiene lugar una auténtica inundación.
Allí mismo, en el sofá.
(Leonor se sienta, con las piernas muy juntas, sobre la grieta del centro del sofá.
Semientierra el rostro entre las rodillas)
I feel stupid and contagious.
Existen las muertes producto de la maldad humana.
Y existen las muertes producto de los desastres naturales, del azar y de la mala suerte.
El sangriento otoño de 2001 dejó cerca de tres mil muertos en el centro de Nueva York.
El sangriento verano de 2005 dejó cerca de sesenta muertos en el centro de Londres.
La sangrienta primavera de 2004 dejó cerca de doscientos muertos en el centro de Madrid.
Eso… Y una inundación.
Y esta última fue, que quede claro, un desastre natural, involuntario y azaroso.
Y punto.
(Canturrea)
L. feels like dropping away.
L. feels like dropping away.
L. feels like dropping away…
L. permanece tumbada, con la nariz muy cerca de los pies de él.
L. permanece muy quieta, con las mejillas al rojo vivo, mientras siente cómo la parte inferior de su cuerpo, de cintura para abajo, se deshace en agua o en otro líquido peor, e inunda el sofá debajo de ella. Debajo de él.
Agua u otro líquido peor que en realidad, después se da cuenta, era ella misma. Deshecha y fijada
deshecha y fijada
deshecha y fijada para siempre en aquel sofá.
Para siempre.
(Ha hundido la cabeza por completo entre sus rodillas.
Canturrea, muy bajito)
L. feels like dropping away.
L. feels like dropping away.
L. feels like dropping away…
(Pausa)
Stupid and contagious…
¿Pero cómo se llamaba aquella puta canción?
(Pausa)
El sofá se ha popularizado, más o menos desde la década de los ochenta, precisamente gracias a la televisión.
Ross y Rachel no habrían sido RossyRachel sin el Central Perk y su sofá.
Los Simpson no habrían durado más de veinte años sin el suyo.
Los Cowan y los Longstreet nunca habrían sido tan salvajes sin un sofá neoyorkino rodeado de tulipanes amarillos.
¿Y qué decir de la única escena erótica de Titanic?
Lo cual nos lleva, de nuevo, a la idea de nosotras mismas como personajes.
Como L.
Desde un punto de vista verista clásico, ni Rachel Green ni Marge Simpson ni Rose… ni Rose provocaron nunca, al parecer, inundaciones en sus sofás. Al parecer. (Nancy Cowan vomitó estrepitosamente, pero eso fue todo).
¿Pero qué es un personaje, al fin y al cabo?
Desde el centro de este abismo del sofá, a punto de caer por el hueco entre los dos cojines, puedo decir y digo que un personaje es una cajita de vaselina. Una excusa. Un terrón de azúcar. Una barquita con remos gracias a la cual salir flotando de tu inundación.
Como L.
(Y está bien. La vaselina. Las excusas. Los terrones de azúcar. Y las barquitas. Están bien).
Cuando evites encender la luz para no tener que comprobar los restos del naufragio.
Cuando bajes a tientas los cuatro pisos sin ascensor.
Cuando esperes en la calle a que él (espera irónica, ya que a ti no te quedan fluidos dentro) termine de mear entre dos coches.
Cuando entres al metro recién abierto y pagues con tu burgués abono mensual.
Cuando le veas pagar con su proletario billete individual.
Cuando te despidas de él, seis u ocho paradas después.
Todavía irás remando.
Subirás las escaleras mecánicas, hacia tu casa, y tu cuerpo, seco y cansado después de aquel sofá, te pedirá: un poco de vaselina.
Entonces, sigue remando.
(Pausa.
Con mucho cuidado, hunde su mano entre los dos cojines)
And I forget just why I taste…
¿Dónde habrá ido a parar esa puta cera Manley?
Oh yeah, I guess it makes me smile…
La robé del colegio. Era una de esas ceras muy blandas, sin papel protector ya ni nada, que de tanto ser empuñadas son casi plastilina.
Sí… La metí en el bolsillo del abrigo, un viernes por la tarde. Nadie me vio. Y me la llevé a casa.
En el colegio yo hacía esas cosas como hablar con los radiadores y robar.
Era verdad que no oía.
Hablar con un radiador era tan emocionante como hacerlo con un ser humano. Como hablar, quiero decir.
En los noventa el sofá no contaba como universo erótico. Tampoco como isla azotada por tempestades. Pero sí como espacio doméstico, como paisaje urbano y como abismo en el que perder las ceras robadas.
…Oh well, whatever, nevermind…
(Salta a cuatro patas sobre el sofá, con la mano todavía entre los dos cojines) La idea de sofá como administrador de justicia.
¡Como castigador de trasgresiones!
El sofá como encarnación del padre y de la madre.
Como creador de identidad, de subjetividad, a través de sus castigos.
La idea de sofá como creador y como destructor de Leonor.
(Señala a su alrededor) De todas ellas y yo.
Como las ceras Manley robadas.
Como el agua de la tempestad.
Como Alicia, todas las L.’s caen y caen y cuando ellas abren los ojos ellas de pronto se dan cuenta de que ellas simplemente siguen sentadas sobre el sofá.
Pero ya nada es igual.
(Pausa.
Permanece de rodillas, con la mano hundida entre los dos cojines)
2006. Ella fuma en el sofá. En ese lado del sofá.

Continuará...

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